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Correcta medición de la estabilidad del implante

La sabiduría de aplicar los conocimientos técnicos en el momento preciso

La evaluación correcta de la estabilidad del implante y de la osteointegración ha sido siempre un factor esencial para el éxito del tratamiento. El deseo explícito del paciente de una mayor simplificación de los tratamientos, unido al aumento del número de pacientes con factores de riesgo conllevan unos protocolos avanzados y ambiciosos con los que los procedimientos habituales, como la prueba de torque o de percusión, están llegando a su límite.

Pip* charló con el Dr. Daniel Buser, director de la Clínica de Cirugía Oral y Estomatología del Hospital Dental de la Universidad de Berne, sobre las posibilidades disponibles actualmente para obtener un diagnóstico seguro.

Un profesional experimentado, debería notar si el implante se fija de forma estable al insertarlo. ¿Le parece a usted correcta esta afirmación?

Prof. Buser: De ser así, puede estar seguro de que, con mi experiencia, ya habría dominado esta técnica, ya que trato a una media de 150 pacientes al año desde hace ya más de 30 años. En nuestro afán por aumentar el atractivo del tratamiento con implantes, tratamos de acortar cada vez más el tiempo de la osteointegración y los protocolos del tratamiento protésico en beneficio de estos pacientes y de nuestra propia eficiencia. En consecuencia, la estabilidad del implante no debería ser solo cuestión de instinto, sino que debería poder medirse objetivamente.

¿Cómo funciona el método de análisis de frecuencia de resonancia (RFA) y qué indica exactamente el valor ISQ?

Prof. Buser: El valor ISQ (cociente de estabilidad del implante) se mide con la sonda Osstell y con un SmartPeg atornillado en el implante, y constituye la unidad de medida del RFA (análisis de frecuencia de resonancia) para determinar la estabilidad del implante. La frecuencia de resonancia se mide en una escala de 1 a 100 ISQ que puede utilizarse en el ámbito clínico. Por debajo de 60 ISQ, el estado es crítico y, a partir de 70 ISQ, se considera que se ha alcanzado el estado deseado de alta estabilidad.

En todas las clínicas, hay un aparato cogiendo polvo en una esquina que, en algún momento, se consideró una herramienta de alta tecnología, pero que luego nunca llegó a aplicarse en la rutina diaria...

Prof. Buser: Tiene toda la razón y puede deberse a que algunos de estos aparatos apelaban más a ese lado del profesional que ambiciona un «juguete nuevo». No obstante, en el caso del Osstell ISQ, su uso puede cuantificarse de inmediato en términos de un acortamiento considerable del tiempo de osteointegración y, con ello, de un claro beneficio para sus pacientes, así como para sus propios tiempos y protocolos de tratamiento. Su manejo es tan práctico e inmediato que, como nosotros, una vez que lo pruebe, no podrá dejar de usarlo. Nuestra experiencia con el método RFA se remonta al año 2001.

La primera y la segunda generación de aparatos no eran nada fiables y resultaban poco prácticos. Sin embargo, la tercera generación mejoró notablemente y, desde 2009, utilizamos constantemente esta tecnología en la clínica. Desde entonces, hemos podido aplicar el tratamiento protésico a nuestros pacientes mucho antes, lo que también se debe a nuestra preferencia por la superficie de implante hidrófila SLActive: en general, podemos realizar implantes estándar después de cuatro semanas y, en la mayoría de los casos con regeneración ósea guiada (GBR) o elevación del suelo del seno maxilar, podemos proceder después de ocho semanas siempre que el valor ISQ se encuentre en el rango ≥70 en el control final. Si no se alcanza el valor límite, basta con esperar más tiempo. Además, la posibilidad de una aplicación longitudinal es una gran ventaja.

No obstante, es importante destacar que este notable ahorro de tiempo no va en detrimento de la seguridad, sino más bien al contrario: gracias a la medición del Osstell ISQ, podemos estar seguros de cargar protésicamente solo aquellos implantes que presenten una excelente osteointegración. De hecho, un estudio publicado recientemente por Kuchler et al., COIR 2017, con 109 implantes con elevación simultánea del suelo del seno maxilar, lo confirma claramente. Se maravillará de cuántos de sus pacientes podrán someterse mucho antes al tratamiento sin que tengan que pasarse las noches en vela. Por cierto, este método tiene más de 20 años y está muy bien documentado científicamente con más de 200 estudios, por lo que queda claro que, también aquí, está muy lejos de ser un mero «juguete» de alta tecnología.

¿Podría resumir cuál es su mayor ventaja para la aplicación diaria?

Prof. Buser: Si tengo que resumir la experiencia clínica de los últimos ocho años, puedo concluir con gran satisfacción que, hoy día, con el método RFA, podemos utilizar una tecnología que nos proporciona información fiable y objetiva sobre si un implante está lo suficientemente bien integrado en el hueso o no. El valor límite de 70 ISQ que hemos seleccionado ha demostrado su eficacia. Con ello, contamos con una gran seguridad y podemos tratar protésicamente a alrededor del 80 % de los pacientes mucho antes que hace diez años. En consecuencia, nuestros conceptos de tratamiento son mucho más atractivos para los pacientes, ya que hemos podido acortar considerablemente la fase con una prótesis dental provisional, casi siempre extraíble, para la mayoría de los pacientes.

Muchísimas gracias, profesor Buser, por dedicarnos su tiempo.

*Primera publicación en pip 5/2017

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